martes, 30 de junio de 2015

Nepal es selvático.

Dormimos en Waku rodeados de junkeris, luces voladoras en la oscuridad. Mis camisetas huelen a una mezcla entre a jabon nepalí (que tiene un deje de caca de búfalo) y a sudor. Por más que las lave, no consigo deshacerme de él. Añoro mis camisetas de algodón de tirantes, en mala hora seguí el consejo de traer ropa de invierno. Mi urticaria está encendida pero estoy convencida que va a mejor. Comemos galletas y te negro para desayunar. Wapsa nos dedicó una preciosa despedida. Todos están contentos y celebran nuestra visita. Ayudamos a la escuela y a las casas afectadas para poder sobrevivir. El pueblo sufrió el daño de los desprendimientos y el terremoto. Un vecino nos dice que con nuestra llegada vio salir el sol.
Caminamos hasta la tarde por la selva, las montañas con la promesa de encontrar reposo en un Cotage. Uf que gusto! Pienso en las sábanas recién lavadas, en una ducha de agua caliente, nada más. Pero al llegar, nuestra sorpresa es un lugar como los demás, así que: ducha de barreño, a sudar dentro del saco y alguna pulga por ahi.






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